miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pollo al disco

Ingredientes (para 8 personas):
- Pollo trozado en presas
- 2 Kilos de cebollas
- 3 kilos de tomates maduros
- un pimiento grande de cada color (verde, rojo y amarillo)
- Ajo picado (6-8 dientes grandes)
- Arvejas (2 latas o fresca si se consigue)
- 1 Litro de vino blanco (bueno)
- Albahaca en hojas (un puñado)
- Perejil picado (mucho)
Agregar si se puede:
Champignones a gusto (feteados)

Preparación
Fundamental para regular el fuego, "el mínimo y el máximo", contar con cajones o maderas finas (de esas que hacen llamas), cantidad suficiente son 3 cajones aproximadamente.
Ya limpio y bien caliente el disco, hechar el pollo para que se dore. Ir revolviendo para evitar que se pegue y salar. Una vez dorado (15 a 20 minutos), lo sacamos y lo apartamos.
En el mismo fondo de cocción, agregar la cebollas picadas, salarlas y moverlas. Agregar los pimientos cortados en julianas no muy finas y el ajo picado.
Mover buscando la "hermandad" de los ingredientes. Salpimentar para que transparenten los elementos y se ablanden sus "corazones".
Al cabo de 15 minutos, agregar el pollo que teníamos reservado. Masajear todo. al cabo de 10 minutos., agregar 1/2 litro de vino. Dejar que evapore el alcohol. seguir moviendo y hechar el tomate cortado en cubos de 2 cm. de lado aprox.
La preparación va ir despidiendo sus jugos y se va a ir evaporando. No descuidar la "sequedad" y corregir con más vino a medida que esta lo pida.
A partir de este momento, comienza n los mimos más finos y los agregados del perejil y la albahaca. Por último, los champignones si los hubiera y al final las arvejas si furan de lata (de ser frescas, se deben agregar 10 minutos antes).
A partir de acá, se recomienda tener un catador cerca o voluntario (que nunca faltan), que junto a una varilla de pan, va probando la salsita y nos va indicando de como "pega" en el paladar, y si hubiera que corregir la pimienta o la sal.
Cuando el tenedor penetra en el pollo sin que este ofrezca resistencia, es que hemos llegado al momento de gritar: ¡A la mesa..!.
Buen provecho.

jueves, 23 de septiembre de 2010

el Día del Hijo de Puta

Hace algunos días (el 2 de agosto exactamente), se pretendió instaurar el Día del Hijo de Puta, en honor al día en que cumpleaños Jorge Rafael Videla.
En este humilde, escueto, sintético y efímero collage de fotos, se pretende recordar a la larga lista de hijos de puta que tengo en mi consideración y que se me vinieron a la cabeza.
Sé que todavía faltan algunos.
Varios diría yo. Pero para eso está la memoria de cada uno de nosotros.
Para dejar en claro que "esos" son lo que tratan de oscurecer nuestros días.
Pero no dejemos jamás que esta lista sea demasiado grande.
Para que cada vez se les haga más dificil el camino hacia su exito.
Agreguemos en la lista imaginaria, a todos los que nos tratan de hacer un poco más amarga nuestra vida.
Desde acá, colaboramos con un pequeño boton de muestra.
Un pequeño afiche con sus caras.
Un recordatorio.
De nada. Para eso estamos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Solo faltan las góndolas

Cuando lo pensé, creí que estaba desubicado. Cuando lo dije, me trataron de gil y se me cagaron de risa. Cuando lo propuse, lo hice con temor por lo antes dicho, pero lo dejé sentado. Era de mi autoría. Lo dije allá por lo años 80.
Pasó el tiempo.
Caminando a la mañana hacia en laburo, grande fue mi sorpresa cuando observé esta suerte de "Eternautas" circulando por el cause de La Cañada y custodiando a la nave que boga por sus aguas.
Impresiona debo confesar, pero es parte del sueño cumplido.
Solo falta un servicio de transporte por esta vía (Trole-bote), y la locura es completa. El sueño estará cumplido.
Imaginación. Solo eso nos falta...imaginación.
Y que de una vez por todas, asuma el poder.

jueves, 9 de septiembre de 2010

¿porque le decían Jetón...?


Este personaje se podría resumir con una de sus frases favoritas: "es más fácil pedir disculpas, que pedir permiso..".
Así era el Jeton.
Así pensaba Jorge.
Con el paso del tiempo, fui conociendo casi todo lo que se debía conocer del Jeta. Todo lo que él quería que se le conociera. A pesar de ser un extrovertido, se reservaba alguna cosas para su forma de pensar.
Demás está decir lo que le debo al Jorge, que en momentos de mierda de mi vida, el me tiró una soga (y no precisamente para mi cuello, como diría él seguramente).
Mi querido, más allá de decirte que por acá se te extraña, te cuento que en el retrato de Córdoba que alguna vez se va a hacer, vos no te peines (por razones obvias...), que la foto la sacás vos.

martes, 3 de agosto de 2010

Día del Amigo


Como en la antiguedad,
nos reunimos alrededor
del fuego.
El "sagrado fuego".
Salud..!

lunes, 3 de mayo de 2010

Aligator

Una noticia de mierda me llegó esta mañana. "Nosotros los Cordobeses" no aprendemos nada. O no nos enseñan bien, no sé. Nos cuesta subirnos al vagón de la urbanidad. Cada vez que escucho una información como esta, me asusto mucho. Pienso de lo estancado que estamos y de lo mucho que nos va a costar salir de este casillero que retrocedimos en este juego.
Pobre el victimario. Al igual que la mamá de Kevin, el tipo que protagonizó el episodio al cual me refiero, debe estar mal. Muy mal. Casi tan mal como el "Coco" (Aligator: la victima), que en días pasados, perdió un ojo por una pedrada del tipo.
Pobre. El cocodrilo estaba quieto...y claro! como todo los cocodrilos que se precien de ser cocodrilos.
Ocurrió en el Zoológico de Córdoba, mi ciudad, y fue una noticia de mierda.
Un episodio de mierda que me dejó un sentimiento de mierda.

martes, 20 de abril de 2010

Una básica de urbanidad

Voy sentado en el "bondi" C4 de la Empresa Coniferal, en el asiento doble a mitad del ómnibus. Veo que sube una señora de condición humilde, me lo dice su aspecto y su expresión al dirigirse a su pequeño hijo que carga en brazos (lo cual indica que por su corta edad, no paga boleto):
- Quedate quieto Kevin…mierda!
Arremete la señora al mostrarse inquieto su bástago.
Un señor se me adelanta y le sede el asiento de adelante mío.
Sienta a Kevin en su falda y el viaje continua. En la parada siguiente se baja la señorita del asiento de adelante de la señora en cuestión y ésta, ni lerda ni perezosa, sienta a Kevin en el lugar recién desocupado y con su mejor cara de alegría, salta y se hinca de rodillas en el asiento mirando a su madre que lo observa y no le dice nada.
Se detiene el ómnibus en la parada céntrica. Hay mucha gente. Entre la gente que accede al micro, sube una anciana que es ignorada por todo el pasaje, incluso por la mamá de Kevin que se hace la distraída y no es capaz de tomar al niño de nuevo en sus brazos y dejarle el asiento a la señora.
Me levanto, le sedo el lugar a la persona mayor y veo como la mamá de Kevin increpa al niño que continuaba inquieto diciéndole:
- Portate bien chico e´mierda!.

Va a pasar mucho tiempo y tienen que pasar cosas importantes por estos lados para que algunas cosas cambien. La pobre mujer, seguirá por la vida sin variar su mirada de las cosas. Un poco porque no le importa y otro poco porque hace rato que la vida le quitó la capacidad de discernir hechos que van más allá de las “Reglas Básicas de Urbanidad”.
Tiene que pasar mucho tiempo y algunas cosas, para que el hijo de Kevin le seda el asiento a mi hijo ya anciano.

Pasan cosas por Córdoba que ni siquiera son historias.
Son eso, cosas.

lunes, 12 de abril de 2010

Ojo de radio

Parece mentira que sea tan evidente y nadie se de cuenta.
Como puede ser, si es tan obvio.
Pura porquería y nadie la ve. O nadie se quiere dar cuenta…eso!, nadie se quiere despertar.
¿Pero que nos pasa..? ¿Cómo puede ser?. ¿Que pasa con nuestro sentido común?.
Se trata de como un torpe, jetón, estudioso de la demagogia, excelente vendedor de mierda, masacrador de mentes incautas, especialista en distorsionar la realidad…con estilo propio, pero por sobre todo: ladrón de ilusiones, hace mierda la cabeza de la gente. Y he aquí el problema. Con eso no se jode. Porque el ladrón de ilusiones te caga.
Y eso que aparece en un horario donde se supone que la mente está más despierta y atenta. Que todos por lo general están más alertas. Pero no. Por el contrario, parece que los agarrara a todos aún dormidos y con las defensas bajas.
Habrá que hacer algo, y urgente. Hay mucha gente inocente en el medio.
Por lo pronto yo como primera medida voy a empezar a declamar mi parecer:
“¡Me cago en Mario Pereyra…y su programa “Juntos”!”.

martes, 30 de marzo de 2010

Real Academia Cordobesa

La lluvia caía como en las mejores tormentas de verano. Me agarró en el corazón de la peatonal: 9 de Julio esq. San Martín. Para guarecerme me cobijo en un pequeño techito de la ex Casa Escasany (ex joyería Bristol también), y allí espero que “amaine”.
El grupo de personas que se refugiaban como yo, ya habían colmado la capacidad del “techito”. Cuando de repente arremete empujando para hacerse lugar, una madre y sus 3 (tres) hijos, de los cuales una de ellas tenía a su vez una bebé en brazos. De pronto ocurre este diálogo entre los recién llegados:
- Como va…llové así!
- Metete adentro que se vamojá la chica!
- Che mami…pandetenemosquí!?
Stop.
Hasta acá llego. ¡Que
poder de síntesis. Ese giro ¿idiomático?, ese atajo lingüístico del mocoso de 9 años aproximadamente: “PANDETENEMOSQUÍ” (léase: ¿para donde tenemos que ir?, obvio). Si..si, no se trataba de una voz comechingón ¿o sí…?
Miro a la cámara imaginaria que me está encuadrando desde una pérgola y me digo:
No existe posibilidad para el error, estoy en Córdoba.

"...sin eia"

“...ia no tengo vida sin eia…”, le dijo el naranjita a la señora que lo escuchaba atentamente apoyada con sus dos manos en la escoba.
La escena continuaba sin mí, que pasaba por allí ocasionalmente. De hecho a medida que me alejaba se escuchaba el rumor del diálogo, pero ya no me importaba.
Ya había escuchado suficiente.
(Esquina de Eufracio Losa y Lituania, Bº Gral. Paz a las 9:40 de la mañana)

jueves, 11 de febrero de 2010

El día que volvió


La fiesta estaba en su punto álgido. Toda la familia estaba reunida y como cada vez que lo hacían, todos disfrutaban, por su puesto a su manera: algunos sentados alrededor de la mesa contando historias que todos conocen pero que surten el mismo efecto de risa en unos y asombro en otros. Rostros rojos, ojos cerrados y llorosos, bocas abiertas dejando salir la carcajada abierta ruidosa y deshinivida. Felices y exultantes. Risas contagiosas y cuerpos meciéndose acompañando la misma en un nervioso vaivén. Salvo el protagonista de la historia que es el relator de la misma.
Todo era alegría. Los participantes de esa tertulia, se estaban divirtiendo.
Era justicia.
Los chicos correteaban buscando donde esconderse o conque jugar a la pelota. Por supuesto gritando y excitados, bañados en sudor y con sus cachetes colorados. Gritando sin parar.
Las nenas, un poco más apaciguadas, tratan de hacer tortitas de barro algunas y otras improvisando una cunita para su muñeca. Todas tratando de ganar un espacio en medio de tanto alboroto.
Había guirnaldas decorando el salón hechas de papel crepé, rotas en su mayoría que se dejaban descolgar de sus hilos originales. Los pocos globos que quedaban se movían por la brisa leve que corría.
El gran mesón, que hasta hace poco sirvió para ser el punto de reunión de la familia, se quejaba de soledad y de los rezagados que devoran el último maní del platito, unas manitos que saca un puñado de chizitos y sale corriendo. Algún adolescente sobrino, saborea a escondidas un sorbo de vino con soda ya caliente, como una picardía extrema y jugándose que no lo vean los mayores.
En la mesa que yace sus últimos momentos de fiesta, se puede ver manchas de salsa sobre lo que fue el mantel blanco de lino y almidonado, un vaso que vuelca su líquido desde la mesa hacia el piso, servilletas que fueron usadas y puestas arrugadas sobre el mesón casi impulsadas. Ya los platos y cubiertos fueron retirados, pero quedan los cuchillos que sirvieron para pelar las frutas, esto se descubre por la gran cantidad de cáscaras de manzana y naranjas, los restos de bananas en gran cantidad.
Vacía por sectores, la “távola” se divide en desocupada y ocupada por grupo familiar en pleno jolgorio, risas y gestos ampulosos. Niños esparcidos por la casa y el patio. Algunas mujeres lavando los platos y ordenando el sitio. Algunas Sobrinas preparando el café y la bandeja con pocillos y platos, azucareras y alguna bebida espirituosa (fernet, cognac, grapa y whisky).
Los “hombres” preparándose para ir a la sala contigua a comenzar la gran partida de truco de ese día que se prolongará hasta entrada la noche casi con seguridad.
Algunos adolescentes y muchachones (todos primos, sobrinos y nietos) nos juntamos alrededor de todas esas escenas, conversando, comentando, “cuereando” a todos y cada uno de los participantes de esa gran fiesta familiar.
Yo me aprestaba a sentarme a caballo de la silla de mimbre y terminar apoyando mis codos sobre el respaldo de la misma, cuando siento un murmullo a mis espaldas, al fondo de la sala, casi en la oscuridad del sitio.
Se recortaba la figura de una persona sentada sobre una mecedora. De ropa oscura y entre la penumbra se identificaba a una mujer anciana.
La imagen hizo que me detuviera en mi acción de sentarme. Con el pie en el aire, vuelvo sobre la acción, me pongo en posición nuevamente girando mi cuerpo hasta quedar de frente hacia esa señora sentada en el rincón.
De pronto, todo lo que pasaba a mí alrededor, dejo de pasar. Desapareció todo el mundo y todo el bullicio. Lo único que había entre esa figura y yo, era un haz de luz que marcaba el camino. Camino que tenia tres metros de distancia...
Muy sigilosamente me fui aproximando hacia ella y se iba escuchando más claramente lo que decía. Era un recitado, era como si estuviera diciendo un poema, un verso, y lo hacia muy bajito, muy suavecito. Como si me lo estuviera dedicando solo a mí. Era muy extraño el sonido. Se podría decir que era en otro idioma. Pero se dejaba entrever a través de los dichos de esta persona, que lo estaba diciendo con alegría, como si estuviera sonriendo al decirlo. Como si lo que decía, la ponía contenta o quería ponerme contento a mí.
Eran tan cortos mis pasos que, un poco con desconfianza, pero más con curiosidad, avanzaba muy lentamente hacia ella.
A pesar de estar en una mecedora, esta no se movía, y repetía su recitado.
Me fui acostumbrando la vista a la oscuridad y se recortaba mas fiel la figura. No lo podía cree. Era muy grande mi asombro. El corazón me saltaba de su lugar.
- Sos vos nona? le pregunto.
La señora no me contesta. Me acerco más. Ella seguía modulando.
- Nonita, sos vos? insisto.
El nudo de la garganta no me dejaba tragar la saliva. Sentí que los ojos me traicionaban y no me dejaban ver con claridad al rostro de la viejita allí sentada que recitaba en dialecto:
“Cellu, ucellu de la bagnara
ti mangiasti la mia ficara
ora si dicu a tsiuma Micu
mi ti shuppa lu mulicu
mi tu mpendi a la ficara
mi tu mangia la chicala...“

Me abalanzo sobre ella, me arrodillo, la abrazo muy fuerte con mi cabeza sobre su pecho, y ella seguía cantando mientras reía y me acariciaba la cabeza, muy suavemente.
”Mari marella
pischi canella
andiamo a la feria
cattamo pullella
uno pa tía
uno pa mía
e uno pa soreta la María...”

No recuerdo cuando fue que empecé a llorar, pero sí que no podía parar. No podía parar.
No podía.
No recuerdo mayor alegría. No entendía porque no podía parar de llorar y apretar en un abrazo a “Mí Nonna” que reía y me acariciaba. Reía y me acariciaba.
Cantaba y se reía Cantaba y reía. Ella estaba feliz, muy feliz. Y a mí eso me ponía muy bien. Me empecé a relajar. Comencé a dejar de apretarla de a poco y sentí como sus manos llenas de arrugas acariciaban mi cara. Era hermosa la sensación. No me podía sentir mejor.
Cuando levanto mi cara para besarla y acariciarla, para verle la cara. Siento que mis brazos pasan de largo y caigo sobre unos almohadones que están sobre el sillón.
Un gran chal tejido al crochet negro, cubría parte del sillón.
Un perfume a Nona me quedó en la nariz. Ya no había nada. No estaba. No se escuchaba nada. No sentía nada.
La gran desazón que invadió mi alma, no tenía parangón. De pronto me quedé sin nada. Nada.
Mi llanto cambiaba de motivo. Ya no eran lágrimas de alegría y emoción. Ya no estaba mi “Nonnita” entre mis brazos. Ya no tenía el consuelo. Ya no.
Totalmente excitado y sollozando. Con mocos y palpitaciones, me fui incorporando y poniéndome de pié. Lo primero que hice fue mirar a mi alrededor. No había nada. No había nada de nada, ni siquiera mi consuelo. Ni siquiera mi dolor.
Fue como despertar de un sueño. Sueño de esos que parecen tan reales, que uno sigue buscando esa alegría y ese dolor, aún después de que te digan no.