jueves, 23 de junio de 2011

Me desperté

No sé porque me desperté algo sobre exaltado. Miro el reloj del celular y marca las 17:52 hs. Me siento al borde de la catrera y me calzo las zapatillas. Me rasco la cabeza y un primer cosquilleo en la panza me avisa que hay algo importante por vivir. No le doy mucha bola y me dirijo a la cocina pongo la pava y me voy al baño.
Acelero las acciones por razones que no comprendo hasta que me doy cuenta que va a ser mejor que salga de ahí y empiece a caminar y vivir lo que debo hacer. De pronto me llama Felipe y me pregunta si estoy dispuesto. Le digo que si, que nos vemos en el auto o en la casa del “Nonno”.
Termino de abrigarme pues la noche va a ser larga y pronostica frío intenso. Agarro las llaves y salgo. Puta! Me tengo que volver. No apagué el fuego de la pava.
Antes de subir al auto, escucho un grito desde el otro lado de la calle. Es “el Calabrés” que me cuenta que el cielo está limpio y sin nubes. También me dice que Pablo está desesperado porque le fallaron con los boletos.
Me toco inconcientemente por fuera de la campera el bolsillo interno y ya descubrí el destino que le debo dar a ese ticket de más que tengo. Al verlo y hacerle entrega del mismo le recuerdo que hay gente que daría una pierna por lo que él tiene ahora en sus manos.
- Nos juntamos en 15´ en lo del Nonno, le digo y pude observar ojos de felicidad.
Me alejo. Subo al auto. Al mismo sube Gabriel con cara de dormido y ojos pícaros llenos de ansiedad.
Tocamos timbre y abre el viejo ya encamperado y me dice: “Vamo...”
- Pará, le contesto, tomemos un feca que ya llegan los chicos.
El viaje fue cargado de una insipiente ansiedad.
Autos que embotellaban nuestro camino y que puteadas de por medio, fui allanando. Adentro del auto el ánimo y la ansiedad se respiraba. El Viejo, Felipe, Gabriel y Pablo hablaban de estadísticas y probabilidades.
Yo escuchaba y ya me imaginaba escribiendo estas líneas.
Llegamos al lugar de siempre y estacionamos casi en el mismo sitio. Se podría decir que esto es parte de la cábala.
Caminamos con paso apurado y nervioso. Nos topamos con vallas que eran custodiadas por policias. Esto hizo que nuestro trayecto se hiciera más largo de lo común (putedas mediante por parte del Viejo).
Finalmente, el camino era en que hacíamos habitualmente. Una valla más de la policía y allá estaba el Señor que vende praliné y maní. El viejo se compró 6 pralinés y los repartió (sobró uno que me lo guardo en el bolsillo de la campera).
Hicimos la cola, lerda más que nunca, calculo que la ansiedad la hacía más lerda aún.
Nos palparon y nos revisaron. Nosotros, manos arriba, solo ansiábamos llegar. Entregamos nuestra entrada y allí estamos. Subiendo las escaleras. Buscando la luz artificial que encandilaba y aceleraba las pulsaciones.
Nos sentamos y esperamos pacientemente que el espectáculo se iniciara.
No está tan frío.
Me entregan un globo y papel picado para ser usado a su momento. Hay mucha música en el murmullo de la multitud.
Hay entusiasmo en la gente.
Son las 20:52 hs. ¡Atención, salió Belgrano a la cancha!.Lo demás se puede leer en cualquier crónica periodística. Se pùede leer que Belgrano Cambió la historia del fútbol Argentino. Se puede leer que esa noche, River, empezó a bajar de categoría.
Hasta se puede leer que hacía frío esa noche. Pero yo no tenía frío.


Yo, esa noche, fui feliz.


miércoles, 15 de junio de 2011

A prueba de niños

La publicidad rezaba así. Estos juguetes eran indestructibles "a prueba de niños".
Pasó el tiempo y a mi memoria se me representó la escena del pibe tirando del piolín que ataba el camioncito, y lo retraté. Lo quise inmortalizar y allí empezó todo. O por lo menos creo que empezó esta historia de reeditar historias de ese niño que ya no se si me pertenece o pasó a ser parte de este pasillo largo y con piso brillante. Ese corredor que es por donde circulamos, por donde andamos esta vida.
Allí estaba el nene. En medio de sus miedos y sus inseguridades, aferrado a algunos juguetes. A esos que el tiempo se iba a asegurar de marcar a fuego sobre su mente y con azúcares sobre su corazón. Porque está de más decir que para un niño el juego y la fantasía es tan vital como lo son los mocos que no se sopla porque no se quiere bajar de la bici. Tan incomoda como esas ganas de hacer caca y que puede esperar porque el partido o las figuritas están primero.
Son muchas y odiosas las comparaciones que podemos desplegar en pos de defender las ganas de divertirse que tiene el niño siempre.
Un juguete. Solo uno es el que en este momento recuerdo. Un trozo de materia que sirve para dibujar la felicidad. Un simple objeto.
En el está implícito todo mi amor al recreo.