viernes, 20 de enero de 2012

No solo sombra

"Que fresca es la sombra del paraíso..." dijo Magdalena. Inmediatamente me empezaron a caer algunas certezas de que se trataba este árbol.
Antiguo dueño del lugar. El tipo domina la situación y el paisaje de la casa desde vaya a saber uno que época.
Testigo verde de romances entre palomas y fabricante de bolitas prestas a ofrecerse para practicar puntería.
Desde niño, en la puerta de casa, había uno al cual yo abrazaba y miraba con curiosidad y respeto. Lo vi crecer e imponerse. Luego a cada paraíso que me cruzaba, lo veía con ojos de asombro. Con una sensación de que subido a sus ramas, me convertía inmediatamente en un feliz mortal.
Hasta ese momento era mi árbol preferido.
Luego llegaron los comentarios: que era malo para los alérgicos; que "levantaba" las veredas; que no sirve para nada; y demás boludeces conventilleras.
Que era de origen japonés, que en otoño se le caen las hojas, que no da frutos.
Muy por el contrario a lo que se pueda imaginar, todo esto fue fortaleciendo mi cariño y respeto por esta bella bestia verde. Y como no hacerlo con todo lo que tuvo que hacer para ganarse un lugar. Un respeto.
El paraíso del fondo me llena de fresco y alivia mis momentos. Hasta en otoño, cuando ya no tiene hojas, me da una alfombra amarilla y deja que el sol entibie mis sentidos.
¿Hace falta algo más?
Hasta este momento es mi árbol preferido. Yo creo que es amor.