miércoles, 4 de abril de 2012

Aprendiz de brujo

Le gusta la soda con vino, la falda de los viernes, el chamamé bien "maceta" y su profesión: la de brujo.
Don Carlos tiene la facilidad de hacer importante lo no tan importante. Recuerdo el día que lo vi por primera vez en el Estudio de Clermont, que me saludó y me habló como si nos conociéramos de años. Hasta pensé que se había confundido de personaje, pero no. El es así, abierto a lo que aparece y generoso por demás.
Viejo amante del Chaco entre otras cosas, gentil hombre y buen guaso.
Después de un tiempo dijo basta, no quiero salir más en tele. Yo no le creo. Yo no quiero que sea así.
El no puede faltar. Tiene que estar del otro lado del vidrio. Tiene que aparecer y dejar que las viejas digan que miente, que inventa, que no sabe. Ese es Don Carlos, el que más que hablar él, hace hablar a las viejas.
Insisto, el no puede faltar.
El tiene que estar, porque sino, yo apago el tele.