miércoles, 13 de junio de 2012

El mejor escrito


El mejor poema para Córdoba, aún no ha sido escrito. Aún está en la punta de esa birome, en esa tecla de máquina de escribir o esperando en el cursor titilando de esa computadora.
Seguro que está a la espera, presta a darse a conocer. A salir a la luz.
Aunque es improbable cuando esto puede ocurrir, si es que ocurre alguna vez.
Pero esto no debe preocupar ni ponernos ansiosos, ya ha habido gente que se fue adelantando y ha escrito bellezas sobre esta bendita ciudad. Mucha gente. Muchos poetas y escritores. Muchos músicos y artistas. Muchos enamorados.
Desde aquel comechingon que mirando el río pasar y seguro pensó en un poema, pasando por Don Arturo Capdevila con sus rimas y versos o escuchando a Posdata en sus canciones y terminando en Daniel Salzano con sus bellísimos escritos, todos los que están en el medio, y digo todos los demás pensadores, escritores, cantantes, borrachos, bohemios trasnochados, humoristas, taitas, carreros, gente común que piensa en voz alta y demás personajes identificados con esta mágica ciudad, todos, absolutamente todos, caen en un lugar común: se quedan cortos.
Si, siempre les falta algo.
Son infructuosos los esfuerzos por abarcar semejante caudal de río, tanto color de cielo y olor de yuyos. Reunir lagunas dibujadas por flamencos, mesas de bares, las tipas y las putas, el pincel de Malanca y sus caricias, el fuelle de Ciriaco y el fondo musical, la Hortensia y su papa, “la San Martín” y el griterío, el parque y la cueva del oso, el cerro y los chetos, el trole y las trolas, los carros, la puma, el rastrojero y el Torino, el pulqui,  los hoteles de la San Jerónimo y las valijas, el San jerónimo y sus cajones, el cajón del lustrín con radio, el arco de entrada donde todos alguna vez soñaron ser caballeros medievales, las estatuas mutiladas y llenas de escritos con “licuid peiper” con nombres y apodos como en las piedras de las montañas. Las viejas casonas de Nueva Córdoba que nos dejan y aparecen toneladas de cemento con balcones vacíos, talleres y jardines, Belgrano y Alberdis, Bella Vista y pocitos no muy profundos, barrios obreros y lomitas no muy altas.
El bajo Pueyrredón y la torre Angela. El Faro y el Dante. Los boliches de la Cárcano y Villa Retiro. El Rivera Indarte y el “arpista” de la peatonal.
No se pueden acordar de todo ni de todos. Ni todos pueden andar pateando sapos Cativa ni se ponen colorados como el cabeza ni negros Alvarez. No hay tanta memoria para agrupar il pappagallo di Bologna con Cubas de Oro ni Romagnolos con Europeas.
Desde “La bajada del Cajón” en el viejo Camino a Carlos Paz, hasta los nuevos puentes del Bicentenrio en el Nuevo Centro Cívico.
Desde el Rosedal sin rejas hasta la Cárcel de Bouwer
El amor en el Parque y un romance en un “Country”. La Mar Chiquita y los ríos de caca que bajan por las calles desde una boca de cloaca.
Las grietas de las ciclo-vías y los paisajes nuevos del Camino al Cuadrado.
El Hotel Edén y mi casa. El Parque Las Heras y mi Patio. Los gatos de mi techo y el mono Silvio. El Arzobispo y mi vieja.
Mis años y la vida que no viví. La vida que me falta. El amor que me sobra por este pedazo de mundo, por esta dulce propuesta de ciudad que me saluda cada mañana con una bocina de tren que ya no existe desde muy lejos, pero que se oye.
El murmullo de esa ciudad que me besa cada noche cuando me voy a dormir y a seguir soñando que en cada rincón de mi memoria, todavía le faltan datos para armar el mejor poema, la mejor canción, el mejor escrito. 

miércoles, 6 de junio de 2012

Me siento Adán

Eso. Hasta mis emociones se congelan. Todo se detiene, todo parece menor.
Por cualquier lado que pasen mis verdes, en estas imágenes hago foco. Me detengo y tomo aire. Cierro los ojos y allá voy.
Lo más parecido al momento y el lugar ideal. En mi Córdoba está y estoy. Ahí mismo.
Allí estoy con mi cabeza y mi tacto acaraiciando el reflejo del agua y comiendo de ese sol. El Edén que todavía no está perdido.
Todavía no. Todavía sigo latiendo
Bienvenido sea yo a mi mismo deseo.