martes, 23 de octubre de 2012

Antes de la caída


Me gustaría antes de caer, haber caminado bastante y hecho los cambios necesarios.
No me gustaría llevarme conmigo alguna deuda. Me gustaría haberla pagado sin dinero y que no me den recibo.
Me hubiera gustado mojarme más debajo de la lluvia, haber nadado desnudo más veces, mentido menos y comer más frutas frescas.
Me daría mejor imagen no haber limpiado tanto los vidrios empañados, ni atarme tan fuerte los cordones de mis zapatillas.
Querría haber sacado más punta a lápices y besado más pinceles. Haber olido mas cuadernos. Remontar barriletes y quedarme suspendido con ellos en el cielo hasta que aprenda a volar, me gustaría.
Saber que mis lagrimas sirvieron para justificar los pañuelos que llevo.
Que mis risas aturdieron a más de uno.
Que mis pasos aflojaron muchas baldosas.
Que mis silencios sirvieron para dormir a mis niños.

Que mis besos calmaron los nervios, suavizaron arrugas y enamoraron a mi mujer.
Eso me gustaría antes de caer. 

jueves, 4 de octubre de 2012

El Guaso Bostero


Una mano que de improviso se deslizaba por tu cabeza desde atrás para adelante y te despeinaba mientras su voz decía:
- “peinate guaso..!”.
Una bolita de miga que te daba en la cabeza en pleno almuerzo dominguero y vos mirabas a todos los comensales y todos estaba en lo suyo, pero había uno que tenía la mejor “cara de poker” que lo vendía  sin tener indicios, solo se inculpaba de semejante delito. Ante la respuesta con otro pedacito de miga, el miraba sorprendido y te increpaba:
que te pasa guaso..?”
Se lo podía ver pasando raudamente a tu lado, tomándose sus dedos y haciéndolos sonar. Esos dedos casi sin uñas por esa maldita costumbre de comerlas hasta el peligro de extinción que creo me transmitió inconcientemente esa adicción. Siempre erguido y con paso apurado y como al pasar te miraba serio y con gesto inquisidor preguntaba:
- ¿Y el paquete..?
- ¿Qué paquete? Contestabas ingenuo.
- Con sorete... Disparaba acompañando una sonrisa pícara.
O si estábamos todos los niños viendo en el viejo tele de mi abuela, esas primeras transmisiones de Disneylandia (en blanco y negro por supuesto), el pasaba como si nada por delante de todos y apagaba el aparato mientras seguía caminando como si nada, ante los insultos y las corridas de todos los chico allí presentes.
Era mi ídolo. Mi modelo a seguir. Un tipo que a pesar de ser taciturno y con rostro mayormente serio, no dejaba espacio para el aburrimiento. Siempre tenía una broma o una palabra pícara para resaltar entre la reunión familiar.
Pasó el tiempo. Pasó mi vida. Pasó casi todo pero el recuerdo sigue vigente. El no debe ser el mismo como casi ninguno de nosotros, pero las últimas veces que lo ví, atrás de sus ojos cansados, pude divisar aquel brillo que yo desde niño quería seguir como si fuese un faro, una guía. Una forma de encarar la vida aunque sea un poco más distendida. Aunque sea un rato. Aunque sea una palabra, un gesto.
Capaz que me equivoqué. Capaz que él siga siendo el mismo y los que cambiamos fuimos nosotros. Capaz que “El Guaso” siga siendo un bostero.