Aparece esta nueva etapa con la cual se lanza a la pista
este personaje que tengo adentro y que se manifiesta siempre que lo dejan.
Si señor, ese mismo que algún día se paró de frente a la
vida y la quiso besar y se propasó. Ese, que viene zafando de la huesuda porque
hizo un trato: “Yo no te respeto y vos no mejores…”. Y hasta ahora los dos
vienen cumpliendo su palabra.
Un día, a raíz de una tormenta con rayos y centellas, se
manifestó esta inquietud de pasar un poco más tranquilo la vida y los
sufrimientos. Los goles y los expulsados. Los besos y los escupitajos. Mi vida
y la de los otros, del otro.
Cuando quieras empiezo…
Una taza cachada en
los bordes. Un cuchillo y demás utensilios reciclados de distintas casas. Una
bolsa con medias y ropa diversa. Un frasco de aceitunas y otro de dulce de
naranjas. Una cabeza preparada para encontrar a la soledad y no salir
corriendo. Los ojos cerrados para cuando s duerme o se sueña.
Una foto coloreada de una vieja que representa el amor. El
amor asentado sobre mi mejilla y me acaricia. Papel para dibujar mis manos y un
par de manos que me saludan cada vez que vuelvo. Un jabón para limpiar mis
codos para cuando estoy boca abajo. Una rama de planta aromática, una caja de
fósforos, mis anteojos, sábanas nuevas y sudor viejo.
Llevo platos de vidrio y mate de madera. Una reposera para
no descansar y cuadro de los chicos…los chicos.
Los chicos que me peinan mi pelo largo y no me dejan
concentrarme jamás en boludeces. Son ellos los únicos que me la hacen fácil en
eso de saber quienes están del lado de mis vísceras. Del lado del latido.
Como verán no estoy tan desprotegido ni solo, es más, estoy
cómodo. Muy cómodo.
Por ahora voy, solo eso, voy. Ya con esto me doy por
satisfecho en lo que refiere a vivir el momento, los momentos y la secuencia de
momentos.
Chispazos en que vuelvo en si. Luego se cierran los ojos.
Luego chispazos.
O sea, la vida.