viernes, 19 de agosto de 2011

El inicio

Sentía en mi cabeza algo que me golpeaba. Algo suave que me llamaba a la atención. Algo que no era más que un pequeño llamado de alguien que quería jugar.
Desde las manos de mi tío Miguel, partían las bolitas de miga que después de las comidas y sin que muchos se entraran, hacía impactar en alguna cabeza distraída.
Varias veces me tocó a mí. Y no saben cuanto agradezco que fuera yo uno de sus "blancos". Me sentía privilegiado, el tío me había elegido a mí.
Por supuesto y como corresponde se armaban unas pequeñas "guerritas" de migazos que cuando se subía la intensidad, mi abuela advertía: "¡Buenooo..!
Hoy, a la distancia y como siguiendo el "legado", no puedo resistir a la tentación de amasar las miguitas que del centro del bollo de pan saco para ajusticiar o simplemente, para hacerme revivir esos momentos de mi infancia.
Tío, ésta te la debo y te voy a estar agradecido por toda mi vida.
Una sola cosa más, que nadie se descuide en la próxima comida y conmigo cerca.

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