Una mano que de improviso se deslizaba por tu cabeza desde
atrás para adelante y te despeinaba mientras su voz decía:
- “peinate guaso..!”.
- “peinate guaso..!”.
Una bolita de miga que te daba en la cabeza en pleno
almuerzo dominguero y vos mirabas a todos los comensales y todos estaba en lo
suyo, pero había uno que tenía la mejor “cara de poker” que lo vendía sin tener indicios, solo se inculpaba
de semejante delito. Ante la respuesta con otro pedacito de miga, el miraba
sorprendido y te increpaba:
- “que te pasa guaso..?”
- “que te pasa guaso..?”
Se lo podía ver pasando raudamente a tu lado, tomándose sus
dedos y haciéndolos sonar. Esos dedos casi sin uñas por esa maldita costumbre de
comerlas hasta el peligro de extinción que creo me transmitió
inconcientemente esa adicción. Siempre erguido y con paso apurado y como al pasar te miraba
serio y con gesto inquisidor preguntaba:
- ¿Y el paquete..?
- ¿Qué paquete? Contestabas ingenuo.
- Con sorete... Disparaba acompañando una sonrisa pícara.
O si estábamos todos los niños viendo en el viejo tele de mi
abuela, esas primeras transmisiones de Disneylandia (en blanco y negro por
supuesto), el pasaba como si nada por delante de todos y apagaba el aparato
mientras seguía caminando como si nada, ante los insultos y las corridas de
todos los chico allí presentes.
Era mi ídolo. Mi modelo a seguir. Un tipo que a pesar de ser
taciturno y con rostro mayormente serio, no dejaba espacio para el aburrimiento.
Siempre tenía una broma o una palabra pícara para resaltar entre la reunión
familiar.
Pasó el tiempo. Pasó mi vida. Pasó casi todo pero el
recuerdo sigue vigente. El no debe ser el mismo como casi ninguno de nosotros,
pero las últimas veces que lo ví, atrás de sus ojos cansados, pude divisar
aquel brillo que yo desde niño quería seguir como si fuese un faro, una guía.
Una forma de encarar la vida aunque sea un poco más distendida. Aunque sea un
rato. Aunque sea una palabra, un gesto.
Capaz que me equivoqué. Capaz que él siga siendo el mismo y
los que cambiamos fuimos nosotros. Capaz que “El Guaso” siga siendo un bostero.
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