viernes, 1 de mayo de 2009

Es solo el humo del chori




Eran las 15:20 hs. de ese domingo luminoso y cálido de febrero. Por las calles de Alberdi se respira la típica tarde dominguera de fútbol. Hay gente en la vereda viendo pasar a los que van a la cancha. Un tipo esta meando contra una tapia de un baldío, un morocho apura un chori antes que lo mangueen sus compañeros de barra. Una viejita vende collares de moztacilla celeste a “...un pesito” y una niña le pide que le compre uno a un gordo con el pupo afuera de su camiseta.
Camino por las veredas bastante rotas y faltas de mosaicos, esquivando cacas de perros.
Una señora embarazada que cuida autos, da indicaciones a un automovilista que trata de estacionar sobre la calle La Rioja con una rama de paraíso que usa de puntero cual si fuese bastonera de desfile.
Dos tipos en un umbral prometen amor eterno a una tetra besándola en forma apasionada.
En el kiosko de “La Amanda”, un grupo de piratones imploran a ésta que les venda un porrón y que les preste el envase.
Un tipo lleva en andas a un niño y a otro de la mano. Por la esquina doblan tres chicas con remeras deportivas anudadas a la cintura y son aplaudidas por los muchachos que ya están saboreando el porrón que tan amablemente les vendió la señora Amanda.
Se siente el rumor del Estadio a lo lejos y densas columnas de humo “choripanesco” ayudan a localizar con mayor certeza el sitio.
Unos cuantos policías se fuman un faso entre todos reunidos delante del patrullero mientras un can de la fuerza sigue con la mirada una mosca.
Todo está tranquilo.
Dejo la vereda y bajo a la calle para sumarme al grupo grande que eligió este camino, propio de la ida a la cancha, donde uno se hace ancho y dueño del espacio urbano.
Una señora entrada en años está sentada en una silla en la puerta de su casa con las piernas abiertas dando un espectáculo lamentable.
Un grupo de peruanos, vecinos de la zona, se dirigen en sentido contrario a la cancha, vaya uno a saber a que locutorio trucho, posiblemente a saciar su sed de comunicación.
Dos perros abotonados son motivo de atracción para los transeuntes y un señor que se dirige a la cancha en una silla de ruedas y con una corneta celeste, los ayuda a separarse con un fuerte soplido de su bocina.

Estas instantáneas de vida son espectaculares, irrepetibles y únicas. Sin llegar a ser una 8ªmaravilla, ni ser escenas de historias "Shackespereanas", me llenan, me divierten y las reconozco como parte de mí territorio.
A este punto y más allá de la adrenalina que produce ir a ver un partido de fútbol, me miro para adentro y me veo bien. Me siento muy bien.
Me voy mentalmente del lugar por un instante y mis pensamientos me llevan a preguntarme sobre estas pequeñas vivencias y paisajes urbanos. Boludeces, simples pavadas que uno anda pensando por ahí. El análisis se profundiza cada vez más. Me voy llenando más y más. Y no se porque extraña conexión, aparezco con mis pensamientos comparando y preguntándome como serán estas mismas sensaciones en otros lugares. Lugares a donde fueron algunos de mis seres queridos. Mi hermano por caso. Habitante por estos días de Barcelona. Uno de los que compartíamos una tarde de fútbol por estos lados.
Como será una tarde de fútbol en España, por ejemplo. ¿Que paisaje urbano será el que acompañe a un hincha de fútbol? ¿Cómo serán las sensaciones? ¿Cómo serán los olores? ¿Cómo será la luz de esa tarde?
Me meto aún más en mis pensamientos y sigo con más dudas y preguntas.
Cuando se camina por las calles y vez al desconocido que pasa a tu lado... ¿qué vez? ¿Cómo es el transeunte europeo? ¿Tiene cara de “guaso culiau” o es un ser impersonal que no te dice nada? ¿Se tiene la sensación de indefensión por más que se esté rodeado de una multitud? ¿Reconocen olores y sabores familiares como acá o de acá? ¿La vida, pasa a la misma velocidad que en barrio Alberdi que en un barrio de Barcelona? ¿Es lo mismo? ¿Es parecido?
Empieza otra etapa de mi pensamiento con aristas un tanto complicadas y no quisiera aparecer como un sentimental pelotudo o un frustrador de sueños.
Acá, por estos lados, faltan cosas. En estas calles, falta gente. En mi vida faltan voces, faltan amores.
Las canas salen sin pedir permiso... fiel reflejo que la vida pasa a una velocidad apreciable. No sé si rápido pero, que no aflojan, no aflojan. Por eso, a vivir como se pueda más que como se debe.

- ¿Varón... me comprai un bono pa’lo pirata?
- Eee...no tengo un mango Tri Tri...

Mierda!. Recién caigo que estoy entrando al "Gigante". Por un momento me distraje y me fui con mis pensamientos al carajo.
Apuro el paso para conseguir un buen lugar, ahí, en la tribuna de socios.
Olor a chori, rumor de gente esperando la fiesta. Calor en el viento, papelitos volando y alegría nerviosa.
Pienso en lo que pensé hace un rato y busco a mi lado. Miro hacia el otro lado.
Busco a mis afectos. A mis "compañeros de cancha".
Debe ser el humo del choripan que me ha irritado los ojos.
Todo está listo y a pesar de todo, ahora yo no estoy del todo bien.
No estoy del todo bien.

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